miércoles, 22 de febrero de 2012

Cuento: La rana y la culebra

 El hijo de la rana brincaba en el bosque cuando vió algo nuevo en el camino. Era una persona larga y esbelta, y su piel relucía con todos los colores del arco iris.

-Hola - dijo Niño-rana-. ¿Qué haces tirado en el sendero?

-Calentándome al sol- respondió esa otra persona, retorciéndose y desenroscándose-. Me llamo Niño-culebra. ¿Y tú?

- Soy Niño-rana. ¿Quieres jugar conmigo?

Así Niño-rana y Niño-culebra jugaron toda la mañana en el bosque.

El Niño-rana le enseñó a Niño-culebra a saltar y ésta le enseñó a arrastrarse por el suelo y trepar a los árboles.

Después cada cual se fue a su casa.

-!Mira lo que sé hacer, mamá! - exclamó Niño-rana, arrastrándose sobre el vientre.

- ¿Dónde aprendiste a hacer eso? -preguntó su madre.

- Me lo enseño niño-culebra. Jugamos en el bosque esta mañana. Es mi nuevo amigo.

-¿No sabes que la familia culebra es mala? -preguntó su madre-. Tienen veneno en los dientes. Que no te sorprenda jugando con ellos. Y que no te vuelva a ver arrastrándote por el suelo. Eso no se hace.

Y desde ese día, Niño-rana y Niño-culebra nunca volvieron a jugar juntos. Pero a menudo se sentaban a solas al sol, cada cual recordando ese único día de amistad.


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